ciborgs
En tal contexto global de omnipresencia tecnológica, y con la juventud
como protagonista, escogemos la metáfora del cíborg como fiel
representante de nuestra condición híbrida. El cíborg fue aquella criatura
ideada en 1960 por Kline y Clynes, caracterizada por ser un compuesto
indiscriminado de elementos orgánicos y dispositivos cibernéticos. Un
ejemplo cotidiano lo encarnan cada día aquellas personas a las que se les
haya implantado un marcapasos; cíborgs, en la medida en que no podrían
sobrevivir sin dicho componente mecánico. Algo más tarde, a finales del
siglo XX, la imagen del cíborg como ser que no es ni humano ni máquina,
ni hombre ni mujer, fue recuperada por ciberfeministas como Donna
Haraway (1991) en su Manifiesto Cíborg. Como advirtiera Haraway, en la
matriz digital el organismo cibernético alcanza la posibilidad real de
reescribir las relaciones estereotipadas de identidad, género y sexualidad,
propiciando la metamorfosis hacia una entidad “posthumana” capaz de
reestructurarlas. Nuestra labor será, entonces, la de fotografiar la
panorámica de su subjetividad, analizando las diversas modulaciones que
dispositivos, artefactos y prótesis (2) han articulado en la condición
humana.

Autorretrato durante la pandemia 2020.